martes, 12 de enero de 2010

PARA SER BELLA HAY QUE VER ESTRELLAS

Un artículo de Angélica González/Desde Suecia

Esa frase que es conocida en todo el mundo y en diferentes idiomas, después de dos días de spa casero, con 13 grados bajo cero, los deseos de compartir, matar el aburrimiento, entrar en el mundo de la vanidad, en compañía de las cremas, las limas, la cera caliente, el vino blanco y las interesantes conversaciones sobre temas que tocan la tierra y el cielo son la tónica.

Hoy tengo la suerte de ganarle a mi vanidad de mujer y revelarles mis pensamientos sobre la “belleza”. ¿Estamos conscientes de cuánta belleza disponemos?. Creo que la belleza de mujer es infinita aunque la definición de belleza según el diccionario es más textual y definida:"La belleza es un concepto / cualidad abstracta y subjetiva (lo que para unos es bello para otros puede no serlo) presente en la mente de los seres humanos que produce un placer intenso y proviene de manifestaciones sensoriales o ideales”.

Cuando era pequeña ni pensaba en esto, estaba más pendiente de cazar lagartijas y chinitas que de éste adjetivo, pero en la adolescencia es algo muy distinto porque es otro desarrollo. Siempre fui la más baja, la más gordita, tapada con el uniforme, con mis estrellitas colgadas en mi corbata naranja, con mis ideas y canciones revolucionarias. Tenía mis razones, mis demonios en periodo de incubación, mis fantasmas y mi propio baúl, mi búsqueda interminable de mi propia identidad, confieso con honestidad que muchas mañanas me miraba al espejo y no me encontraba ni una gracia, pero me consolaba con la comida y el rico pan batido que saboreaba, llegaba a la casa con el estómago lleno y una lluvia de retos porque me había comido la mitad.

Años más tarde me vine a Suecia y me encontré con la sorpresa de que acá uno se consuela con “producirse”. El sauna, las cremas, las esponjas, el solarium, el gimnasio, las revistas, las dietas, el maquillaje. Admiro a las mujeres que se preocupan de sí mismas y también a las mujeres que son lo que quieren ser, aquellas que no son esclavas de la moda, a las que odian ir a vitrinear, aquellas que van por su propio camino. Admiro a la mujer que no se toma en serio el logotipo de mujer feminista y egoísta.
Si bien en Suecia la calidad de vida en materia económica es buena, los impuestos son altos, así como se gana un buen sueldo también se gasta, no duele mientras las posibilidades existan.

Las mujeres embarazadas van al gimnasio, a la piscina, yoga, tenemos las posibilidades de ser protegidas. Sin embargo las estadísticas señalan que la cantidad de abusos con violencia es de 5 mil al año, 200 mil personas –en su mayoría mujeres- sufre de algún trastorno alimenticio, el 1,5 % de las jóvenes sufre de anorexia y otro 1,5 % de bulimia, lo que significa que a pesar de todas las posibilidades, protecciones y rituales que nos da ésta sociedad, no todas somos felices.

Más de una mujer es maltratada a veces desgraciadamente bajo los efectos del alcohol, la cesantía o los problemas sociales, es decir los rituales y privilegios no son el sustituto de la felicidad, pero con el tiempo uno se contagia de ésta vanidad sistemática sin detenerse a pensar cuántas mujeres no tienen la misma suerte?
Más de una vez corrí al gimnasio con el bolso lleno de cosas como promotora de Avon, compartiendo un sauna con mis amigas también contagiadas de vanidad en sus bolsos llenos de deseos y las ganas de compartir.

Los embarazos no detienen a la mujer en el trabajo, ni es su camino de ser madres y profesionales; participa de los cursos del policlínico, del yoga, natación, salen a trotar, van a la peluquería, lavan, compran, cocinan, hablan por teléfono mientras el cartero deja una montaña de correspondencia, pues te mandan pruebas de pañales, de chupetes, mamaderas, cremas, alarmas, el jardín infantil que puedes elegir, es decir, todo el mundo sabe de tú “estado” y “El Estado” también.

Después del embarazo, el parto, vuelve la tradición y los deseos de quedar en forma, tranquilas e informadas de todo, con toda esa mezcla de deseos y de vanidad se busca la confirmación como mujer, como madre y como persona. Meses después se está bailando con las mamás en algún club nocturno, mientras los papás se quedan en la casa con el bebé, los chupetes, pañales, las a alarmas y los teléfonos en caso de alguna emergencia. Eso no significa que la mujer/madre no se preocupe del bebé sino que es una valorización interna del tiempo propio.

Hoy los rituales han aumentado, ahora que soy divorciada, los años pasan y con ello llegan las arrugas, aún así trato de probar la teoría del sauna y de la altura, la forma de desplazarnos, de mover el cuerpo y de las señales que brindamos hacia los demás, sin embargo, hay días que ni el sauna, ni las cremas, ayudan a confirmar nuestra autoestima, no todos los días nos sentimos bellas, más de alguna mañana nos miramos al espejo y no estamos conformes con lo que se refleja en él.

La extrema vanidad no nos libera de los complejos o de la disconformidad que sentimos. En Suecia, entre los años 2005-2006 ha aumentado la tasa de suicidios entre las mujeres adultas. En todos lados se cuecen habas decía mi madre.

Cuando uno sale a divertirse, bailar o a cenar, mi casa parece salón de belleza casero, con todas las mezclas de vidas, destinos y personalidades. Mientras escuchamos música, se bebe los primeros tragos de la noche, fumamos, nos maquillamos, nos cambiamos de ropa infinidades de veces. Al otro día se desaparece toda esa belleza mágica y llega la cruda realidad. Todos los esfuerzos y rituales no ayudan frente al espejo y lo que él revela. El tiempo pasa y el cuerpo envejece.

Hoy tengo 41 años, ya no ando pendiente de cazar lagartijas y chinitas, pero la búsqueda de la identidad y confirmación propia continúa.

Hoy las invito con 13 grados bajo cero a reflexionar en un sauna imaginario para matar el aburrimiento, entrar en el mundo de la vanidad y la reflexión con el bolso lleno de deseos de nada más que la simpleza de compartir esta frase que se ha traducido en diferentes idiomas, pero que en el fondo el significado es el mismo: “Para ser bella hay que ver estrellas”, aunque la belleza de mujer para mí sigue siendo infinita.