jueves, 28 de enero de 2010

APRENDER A QUERERNOS

Un artículo de Mariola Rubilar/ Mujer y Periodista
A raíz de acontecimientos recientes de mi vida, he vuelto a cuestionar la situación de mi autoestima.

Por mucho que escuche sobre lo simpática, guapa o inteligente que soy, siempre creeré que mi interlocutor es muy educado o está tratando de engrupirme para conseguir algo a cambio, derechamente.

Nunca me he querido mucho, nunca me he encontrado nada de lo estupenda que dicen que soy y he descubierto, con el paso del tiempo y de muchas penas, que esto es el resabio de una educación muy exigente, donde siempre se esperaba de mí más que lo que había dado, sin importar el esfuerzo que hubiera detrás.
Nunca me creí merecedora de un cariño especial y por eso sentía que debía agradecer el que me daban...

Con el tiempo, con el devenir de mi vida y las consecuencias de muchos errores cometidos, mi autoestima siguió en picada.
Presiento que es lo que nos sucede a muchas mujeres de mi generación, profesionales, talentosas, que hemos fracasado en nuestros matrimonios...
Somos una especie de cofradía informal, que nos reconocemos en silencio y un cierto grado de solidaridad y competencia.
Buscamos "rehacer" nuestras vidas, creyendo que nos merecemos otra oportunidad, la definitiva, de amar y ser amadas.


"Muchas veces traspasamos los límites correctos y adecuados con el fin de tener “algo de cariño” y, esto, siempre o la mayoría de las veces, es un camino hacia un dolor inevitable. Nos equivocamos, y mucho, al hacer esto. Este tipo de traspaso de límites generalmente no resulta. Lo que empieza mal termina mal", dice Pilar Sordo, aunque en el intento pongamos lo mejor de nosotras para que, por fin, funcione.

Las transgresiones emocionales son más frecuentes de lo que parecen y de lo que estamos dispuestos a reconocer, siempre terminamos encontrando justificación para lo que hicimos y nos avergüenza, pero tarde o temprano debemos admitir la situación tal y como es, sin eufemismos, sin "peros" que nos tienten a hacerla menos indigna o indignante.

El inevitable dolor tiene que hacernos reaccionar, para que podamos aprender de esas situaciones y no volverlas a repetir nunca más en la vida.
Nos podemos caer, pero tenemos la obligación de levantarnos y aprender de nuestros errores. Aunque nos cueste. Aunque duela. Aunque nos signifique seguir solas.